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Viernes, 29 de agosto de 2014 
La Nación, Argentina
La alianza estratégica de la Argentina y Chile
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Por Heraldo Muñoz | Para LA NACION

La Argentina y Chile tienen una relación privilegiada. Se enmarca en hitos históricos, como el Tratado de Paz y Amistad, suscrito hace 30 años, y el Tratado de Maipú, que suscribimos en 2009 y que firmaron, en sus anteriores períodos de gobierno, nuestras presidentas. Éstos se sustentan, sobre todo, en el trabajo conjunto por la integración que venimos realizando desde que ambos países vivimos en democracia.
Una muestra clara de ello es la reunión que sostendremos hoy en la Argentina, cuando buena parte de los ministros de Chile y los intendentes regionales, junto a la comisión parlamentaria binacional, trabajaremos mano a mano con ministros y gobernadores argentinos en una amplísima variedad de asuntos. Creo que es la mejor expresión de una convicción compartida: la unidad y la integración entre nuestras naciones es un paso ineludible para alcanzar el pleno desarrollo. Hay una densidad y calidad en nuestra relación que tiene poco parangón en otras latitudes y que la convierten en un proceso irreversible y beneficioso para ambos. Cómo no enriquecerse con el flujo cultural, económico, político y social que circula en ambas direcciones. Y cómo no ver en ello un camino promisorio para aunar fuerzas y potenciar aún más lo que cada país es capaz de hacer.
Sin embargo, este esfuerzo -que ya tiene una dinámica propia, con iniciativas y movimientos espontáneos que van más rápido que las vías institucionales- tiene pleno sentido si lo miramos en el contexto regional. Sabemos que la región es diversa, con un amplio abanico de modelos institucionales, políticos y económicos; con demografías distintas, con diversos grados de apertura a los mercados externos, con distintas maneras de convivir, con variados desarrollos culturales. Y, tal como la Argentina y Chile han trabajado con seriedad y creatividad en la mutua integración, en América latina también debemos profundizar nuestros esfuerzos para avanzar en mecanismos de diálogo, concertación política e integración económica. Es precisamente cuando pensamos en la diversidad regional y en las iniciativas de integración cuando planteamos el concepto de convergencia en la diversidad.
En Europa, donde un gran conjunto de países también hace gala de una enorme diversidad y niveles de crecimiento, se acuñó la expresión "geometría variable" para describir una cuestión similar: que cada país, a su propio ritmo y con la velocidad que le permita su desarrollo institucional, avance hacia la integración. Internacionalmente, somos percibidos como un bloque. No tiene sentido entonces que busquemos un desarrollo que no tome en cuenta nuestra pertenencia a la región. Es también una cuestión pragmática. En la medida en que aunemos fuerzas y criterios, podremos hacer sonar con más intensidad la voz de los países de renta media, que son los nuestros, en la discusión por los objetivos para el desarrollo en las próximas décadas que se discuten actualmente en Naciones Unidas.
Dentro de este mismo marco de convergencia en la diversidad, Chile quiere impulsar mayores grados de diálogo y entendimiento entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur. Creemos que es posible una agenda que nos permita avanzar gradualmente en factores como la circulación de personas, la cooperación fitosanitaria y tantos otros aspectos que van más allá de la convergencia arancelaria que suele esgrimirse como argumento en contra. Si revisamos datos duros, veremos que la relación entre ambas costas de América del Sur es muchísimo más densa y estrecha de lo que algunos pretenden. Y, para no ir tan lejos, miremos la integración entre la Argentina y Chile.
Es sabido que la región del Asia Pacífico es la de mayor crecimiento a nivel mundial y que ha adquirido cada vez mayor importancia en el comercio y las inversiones de América latina. Ese dato hace más antinatural aún trazar una línea divisoria entre los países de ambas costas. Chile valora la Alianza del Pacífico como esquema de integración económica y plataforma comercial de proyección colectiva a la región de Asia Pacífico, pero sin restarnos de otros proyectos de integración.
De hecho, mirando esa realidad, ambos países estamos trabajando para avanzar decididamente en grandes obras de infraestructura que allanarán aún más el camino para promover un mayor intercambio y para acceder a los mercados del Asia-Pacífico desde las provincias argentinas y regiones chilenas, generando polos de desarrollo que beneficiarán a nuestros habitantes.
Ésa es la auténtica convergencia en la diversidad: que más allá de nuestras diferencias encontremos caminos para adelantar el desarrollo mutuo y compartido que nos señalaron los padres libertadores.
El autor es canciller de Chile.